El poeta no quiere compresión.
Quiere sentimiento.
Quiere que el lector mude su piel a otra y sienta.
Este tiene el poder de generar nudos en la garganta con sus textos o el más profundo amor.
El poeta escribe explotandose así mismo y su sentir.
Y tal vez con esto saca un poco sus pesares o pensamientos, aún sabiendo que tal vez así sea revivir dolores latentes o tapar a estos con una ráfaga inexplicable de prosa poética enamorada.
La sensibilidad genuina echa letra.