¡Calor! Siento la sórdida
incandescencia de tu cuerpo,
el plúmbeo magma
que fluye de tus senos.
Acaricio la humedad de tus muslos,
bañados en lava y queroseno.
Me abrasó de la plétora saliva
que, ígnea, mana de tus besos.
Imploro por contemplar el solsticio
acuoso de tu pubis satisfecho.
La sensual y excitante escarapela
que brilla roja en el ara de tu infierno.
Rindo irreverente pleitesía
al sardónico incendio
que deflagra humeante
sobre el sagrado Tótem que es tu sexo.
Y sobre el delirante terraplén
que se inclina hasta el deseo,
en mística comunión con tus caderas,
mullidas almohadas de mis sueños,
me fundo en la forja hipnotizante de tus ojos;
como implora tu lengua..., a fuego lento.