Romey

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Es triste: perdiste un beso, se te cayó un pétalo, un rayo tuyo en el pasto seco, y plantó fuego... Encarecidamente te ruego vuelvas a mi vera, te lo daré... Infinito es mi deseo! Quiero verte venir en su busca... Yo nunca permitiría que el viento lo violase... Ansío soñarte, y yevarte en vuelo a las estreyas... Te enseñare el nuevo cielo que he descubierto detrás de eyas...pero antes de eso he de darte tu beso, que es nuestro... Juntos hicimos juramento de lealtad, quisimos ser eternos para amarnos en divina libertad sin pensar en nada... Olvida la realidad, o te hará esclava, abre las alas, da vida a tu alma, sé de verdad esperanza y renace... Sagrada ave, ven, despierta entre el encierro de la noche, sal de tu lecho; tengo tu beso muy dentro de mi pecho guardado, es mi amuleto...el recuerdo de nuestro amor, que no...no ha muerto, ha sobrevivido al tiempo alimentándose de mis suspiros, de mi aliento... Yo te ansío...aunque no te he visto...te echo tanto de menos...mientras acaricio los pétalos de tu beso, imaginándome que son mechones de tu pelo, el oro claro que deseo tanto que casi exploto en yanto en un arrebato... Con tu falta, en tal instante inmediato, debato mi alma... Le daré la forma de una perfecta flor, la colmaré de gracias para pronto dártela, sin más..?

 

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Custodiada por las fauces flamígeras de un dragón muy fiero, se levanta entre la verde selva la feudal fortaleza donde vela mi princesa... En la más alta torre espera a su amor con femenina paciencia, sin perder la vida ni la esperanza, aunque a veces se le escapan en algunas lágrimas... Desde una diminuta ventana, tranquila, contempla la luna yena y las estreyas, que briyan estáticas en su prístina mirada con sus yamas tibias... Excruta entre las duras tinieblas en busca de una luz auténtica...está cansada de mentiras... Salta a la tormenta, la entra, abiertas sus negras alas se va, dormida, abandonando la riqueza innecesaria y la milenaria soledad de su aposento... Desnuda, de pura pluma, se entrega al viento y vuela lejos de los rojos ojos de su sombra carcelera, la deja sola, se desprende de eya en un estayido repentino de beyeza armónica: como la música su sonrisa expande, la hace eterna flecha con filo de diamante...y, con su madre, la reina de la noche, de su parte, el dardo fatal dispara, derecho al fogoso corazón de su amante... Sobre mí caerá cual ráfaga de agua...y tal vez apague mis ansias

 

 

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