Todo es especulación
mientras estoy sentado en la última fila
con la mirada en un blanco desesperado.
Sé la imagen que doy
con los labios cosidos por la espiral de la libreta
y estos bolígrafos sin capucha que me manchan las manos.
También sé que una risa me traspasa,
y entonces la perdición es un estado
de dominio común, un tirón en la ropa
antes de caer en una calle desconocida,
pero rasgando el tejido y un poco la piel,
y un poco el orgullo y los ojos grises.
Está ese gesto, ese giro de cabeza,
esa casualidad en el orden en el que están colocados los viejos números,
esas palabras de humo con intenciones,
sin intenciones,
esas palabras de escarcha y sudor,
esas palabras al fin y al cabo.
Cuando termino de dibujar el rayo
hay que levantarse, recoger las miradas,
apagar las manos, mirar la hora en el reloj de la ventana,
permanecer estáticos, subir la música, salir al viento,
abandonarnos a desconocernos.
Volver al frío, al gris, al estruendo.