Mañana nos juntaremos,
allí donde se pierde el eco,
allí donde el proyectil del dolor
no nos alcance y se muera en un estruendo
vano de ceros a la izquierda;
Mañana será el día,
porque hoy es la última piedra
que he de cabecear
en este desierto palpitante,
en que he venido a descansar
junto a mi mariposa de sombra.
¡No me ha visto nadie!
En esta tarde, que se arrastra
con sus rojizas alas que acaban por quemarse
y desplegarse como sombras
de un candelabro
que nos muerde el dolor;
Yo que he gozado mi despilfarro
de mundo y de carne,
ahora abrazo con mis brazos viudos
a mi sombra tísica,
a mi dilatada almohada con relieves
de madrugadoras sienes,
los dejo con amortajada tristeza;
Yo no sé si al arrastrar
esta lírica emoción, salten los clavos
de esta cruz,
como mil puñales azorados,
hacia el fondo de la viejas bocas
de la noche azul.
Mañana estaremos juntos.
Ya no reiremos a hurtadillas
ni el dolor podrá entrar con sus uñas
por el subsuelo para vivirnos;
Estaremos juntos y toda tu dulzura
será a cada rato,
y será de luz y no de mármol,
como esta escultura
de mano helada y mañana eterna
quien me recuerda a mi alma
como una sombra individual
que aguarda en su presente
el nombre
que será mañana.