Cuando noto su contacto,
nuestros cuerpos son un pacto,
ese tratado hedonista
de la piel tan detallista,
la delicia de su tacto.
Es su mundo colorista
el dibujo de un artista,
la belleza y el ornato
que a la vida da el boato,
y que seduce a la vista.
Testimonia su alegato,
que le viene un olor grato,
como a un jardín florecido,
que le quita los sentidos,
que le cautiva el olfato.
Sus suspiros son el ruido
que embelesa los oídos,
un murmullo tan venusto,
tal susurro de un arbusto,
la caricia del sonido.
La dulzura de lo justo,
o el amargor de lo injusto,
tan incierto y tan abstracto,
como besos en el acto
como el sentido del gusto.