No necesito nada más…
Que recorrer los veneros de la poesía.
Para conocer, quién se apropia de mí.
Como si me perteneciera, ése sentir.
Parte de mi sangre, aire de mi respirar.
No necesito nada más…
Que aquel susurro, que erige la voz, del corazón.
Inspirada, con sublimes pasos que nunca andé,
Pero recorro su belleza, sin ningún correr, sin tan solo pisar.
Pero al respirar me pierdo, porque me envuelve su querer.
No necesito nada más…
Que la fontana del etéreo pensamiento.
La que me habla suave, y a veces duro,
Apropiándose del Sentimiento más puro.
La que Penetra en mi, muy herido, corazón,
Sin tocarlo, penetra fundiendo, mi armazón.
No necesito nada más…
La que estremece la tierra, con sus palabras.
Mientras mis córneas digieren sus ensanches.
Clavan como delfines, en sus refrescantes aguas.
No necesito nada más…
Que, la responsable, de hacerme despertar,
Mis insensibles fibras dormidas,
Y me transportan a la campiña querida,
La que siempre soñé.