Saboreábamos al completa
nuestros mordiscos en la madurez
de la suculenta fruta prohibida,
cuando debajo de sábanas discretas,
rezábamos que las noches nunca terminaran,
sabiendo que sin tu calor mi libido,
cubierto por una manta de escarcha,
menguaría y languidecería paulatinamente
*
Nuestros sentidos vagaron
en la sensualidad de flujos de fluidos,
de sangre corriendo detrás
de testosterona amotinada,
y nuestras lágrimas de regocijo,
una ósmosis,
filtrándose en nuestros poros,
para inundar nuestras esencias,
mientras nuestros susurros y gemidos
eran la punctuación de nuestra poesía
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La foto cortesía de Jérome Coppo