Paleornis

ENCUENTRO CON EL TANGO: por Paleornis.

Luminosa Buenos Aires,

cantada por los poetas.

 

Recorriendo el centro,

en el guiñar de las luces

por Corrientes,

entre ruidos de bocinas

y lujosos escaparates,

desde una disquería,

se filtran las notas sentidas

de un tango arrabalero.

 

Desde Palermo,

cantado por Borges

el Abasto y Boedo

recogieron las cadencias

festivas y nostálgicas

y a veces dramáticas

de un tango

enraizado en el alma

de los porteños.

 

No es ni la Rubia Mireya,

ni Madame Ivonne,

ni la Galleguita

ni de ¡Victoria se fue mi mujer!

los que quiero evocar hoy.

 

Son todos

los que perfumados,

en las noche peculiares

de Buenos Aires

con algo de jazmín y glicinas

penetraron hondo

en el corazón argentino.

TANGO.

Amor y olvido.

Pena que me quema el alma.

Recuerdo de lo que fue.

Amor hallado y perdido.

Vida que te consumes

entre los dedos

como un cigarrillo

y emborrachas con el humo,

que es bruma de recuerdos

y amores que no fueron.

 

TANGO,

sobreviviente

con traje cruzado

y chambergo,

y una flor en el ojal.

Incomparable bailarín,

de noctámbula estirpe.

 

Hoy estás aquí

como siempre,

encendiendo emociones

en el corazón,

que de puro dormido,

a tu llamado

comienza de nuevo

esa tonta y hermosa tarea

de sentirse enamorado.

 

Después de tanto recorrer

caminos,

llegando a París,

hoy estás aquí.

 

Dos muchachos porteños

de puro nostálgicos,

te sacudieron el polvo,

prendieron farolitos multicolores,

agarraron una chispa

de ese ingenio criollo,

y lustraron las baldosas,

para que pudieras lucirte

en ese dos por cuatro,

que te llevaría a París.

 

Hola TANGO,

enredado como hiedra

en la pared de mi alma.

 

Varón que naciste guapo,

y que hoy estas aquí.

¡Bienvenido TANGO!.