Estuve contemplando la mañana
y vi que la gladiola florecía,
y llena de fulgores, la genciana
efluvios matutinos expelía.
Oí del cafetal, que ruiseñores,
de Verdi, practicaban \"Rigoletto\";
y vi que se vestían de colores
el sauce, los pinares y el abeto.
Me dije en mis adentros: No es posible
que brille en el otoño tanta lumbre;
entonces dice Aurora, muy sensible:
¡Pintar el horizonte es tu costumbre!
¡Y llena de esperanza, el alma mía
bendice la sagrada poesía!
Autor: Aníbal Rodríguez.