Saltaban de un lado para otro, entre las enramadas de un árbol de mango y las pérgolas desvencijadas por el tiempo y el sol, descalzos y con la ropa curtida de polvo y mugre, esperando que anocheciera para dormir, esperando que les entraran las ganas de cagar, para hacerlo al aire libre, esperando que les diera hambre para lanzar piedras al árbol de mango, esperando que les diera sed, para pedirle 20milbolivares a cualquier peatón que atraviese su paso y comprar agua potable, esperando llevan la vida, quizás por una oportunidad o por una pequeña comodidad fugaz, esperando ayuda de los lideres sociales, de un padre o madre drogadicto que los abandono, esperando por la vida, por la cual conscientemente ya no esperan, solo la llegada de la noche, el viento suave en sus pieles quemadas y las pupilas iluminadas por las luces de la ciudad y que no dejan olvidarlos que tienen compañía, ellos saben lo que es dolor, pero no conocen la tristeza, saben lo que es la alegría, aunque conocen poco sobre la felicidad, conocen la vida pero muy poco sobre sociedad, entre los 3 y los 6 años, no tendrían mucho mas, violencia verbal para pedir ayuda o exigirla, costumbres básicas de liderar en el desorden, uno de ellos sentado apartado y dando ordenes, para que el mas pequeño no saltara de un gran monumento de piedra hacia el cemento quebrado del suelo de la plaza , el otro apartado en la sombra de una palmera sin pantalones, esperando para cumplir el curso de la naturaleza y un vaso de agua turbia en la mano para no dejar rastro de otro olor que no sea el del sudor y la tierra, allí pasan sus días en la plaza de la vieja prefectura abandonada, sin saber sobre política o costumbres, modales o cultura, con muy pocos años para saber lo que es la responsabilidad, tan libres y tan presos, pequeños esclavos de la sociedad