La forja viva,
dormía, incontrolada,
sin pesadillas.
Eran recuerdos,
retales del pasado,
polvo y cenizas.
Pero las brasas
con lava incandescente,
querían vida.
Algunos cuerpos
querían la lascivia
en el presente.
Algunas almas
buscaban en los versos
la propia vida.
La poesía,
al cuerpo y al espíritu,
une su voz.
Gritos ahogados,
suspiros silenciosos,
pasión oculta.
Y en esos versos
se fijan las miradas
de tantos niños.
Niños y hombres,
sedientos y ambiciosos
quieren amar.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/08/20