Se hace tarde
para estar solo
e ignorar al enemigo
aunque este sea un querubín intempestivo
abrazado a su soledad
de lava petrificada
y sarcástica yema en alcohol sometida
para más luz de la tierra
en el manantial de las mañanas
donde Artemisa
ciega de nostalgia
alcanza la lengua virgen de la fe despabilada
Y resignarse al dragón
que desprende tus sanguinarias voces
del sueño cero a la resurrección
ni siquiera hay tiempo
para la muerte
que tanto nos envilece
ni duración que nos inmunice
de las horas
armadas de presencia
victoriosas e inmarcesibles
ante nuestro fracaso
iluminado por sorpresa