Tintinean de nuevo nubes y estrellas.
Salpican en luz los bosques y arroyos.
Ahora mismo debe nevar sobre Viena.
El muérdago desborda su cálido aroma.
Exhalan -los musgos- oraciones fragantes.
Y el agua en murmullo cristalino
se desborda en campanas de luz
y villancicos.
Un siempre grato hilillo de incienso
y una vela salida del alma,
crepitan -otra vez- en la humilde
penumbra del pesebre.
Bolívar Delgado Arce