Llegó el invierno con su luna de acero,
los labios de escarcha
y los besos de fría plata.
Llegó para congelar en mi alma
los violines de agua
y los sombreros de paja.
Llegó con sus manos frías
para helar los sueños,
para destruir los espejos
por donde los pasos cantaban.
Abrió la boca y se marchitaron las flores,
las alas se detuvieron en la frente
y las miradas se congelaron en secreto.