De su luz se aferró mi esperanza
y mis alas su vuelo pararon;
y en su regia mirada anidaron
entregándole amor y confianza.
Escuchamos allá en lontananza
los arpegios que alegres sonaron;
y la dicha de amar anunciaron
con las notas de bella romanza.
Desplegaron jilgueros sus trinos
y de Pan se escuchaba su lira;
que entonaba los cantos divinos
con los cuales el alma delira;
los que llevan perfumes nardinos
que tan solo el que adora respira.
Autor: Aníbal Rodríguez.