Para atraer el éxito hay que tener a Dios por delante que tenerlo por detrás no nos lleva por buenos caminos.
Una obra puede ser muy buena pero si no tiene a Dios como protagonista en su esencia está destinada al fracaso.
Dios es la primera y última instancia para que lo creado tenga derecho a expresarse exclusivamente si es sobre el bien en el mundo.
Y así recibir el legitimo aplauso con humildad y orgullo por haber hecho bien la tarea.
La vanidad siempre hace juego en este momento pero si está teñida con el rubor en la mejilla es siempre muy bien aceptada.
Somos obreros de nuestras vidas y si nuestras labores son reconocidas por la honradez
tendrás la mitad del cielo ganado.
He llegado a la conclusión de que Dios debe ir por delante en cada momento de la vida.
La tuya.
La mía.
La de toda la gente.