FERNANDO NOVALBOS

BAJO EL AGUACERO QUE INUNDA LOS CANALONES

BAJO EL AGUACERO QUE INUNDA LOS CANALONES

 

Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle…

—Federico García Lorca 

 

Junto a la Vía della Liberazione, lejos del mundo, 

bajo el aguacero que inundaba los canalones

de las casas de agua, por momentos de melancolía,

encontré la luz del sueño que anduve buscando

con ahínco y esperanza, tanto tiempo después.

 

Los periódicos publicaron que acudirías a un evento

cultural como una estrella extrapolada que huye del frío,

encontrarte con amigos a los que tanto se quiere,

no es para dejarles en mitad de la estacada, ya sabes,

entre arder o desvanecerse, 

lo mejor es hacer acto de presencia, y te presentaste.

 

Yo te di la brújula de mi corazón para que te guiara

cuando abandonaras el sauce llorón afín al río 

donde resguardaste la cabeza 

para que no se te empapara el pelo. 

 

Fue la primera vez que sentí tus manos calientes 

tocando las mías en el poema que te escribía,

más tarde me encerré en la habitación de un hotel, 

la idea de conocernos se cumplió a la maravilla, 

tú misma viniste como una anunciación,

así que nos comimos las manzanas de un árbol

en un bosque para dejar atrás nuestros pasados,

la noche alumbrada conjugó con la atmósfera, 

y tras la tentación de decir que llegarías, llegaste, 

tu cielo se camufló en mi soledad quebrada,

pensé que la vida de los poemas alcanza la luna,

como la necesidad de la poesía para los sensibles,  

ya no recuerdo si hablamos de algún poeta 

del que hubiéramos bebido durante la juventud, 

pero sí de la pasión por el cine, del corazón azul, 

de la alegría melancólica de los girasoles dormidos, 

o de la pena que calla lo que tanto extraña, 

y películas afines, como La librería, de Isabel Coixet. 

 

Días después te oí recitar un poema mío, para mí, 

“La imperfección del amor

me hace merecedor de este amor perfectísimo”

cuando apenas era una trasparencia bajo el agua, 

y a mi regreso, lo imposible acabó sucediendo,

encendí el ordenador, unos días apagado,

aparté el polvo de mis ojos para que mis pupilas

se encontraran con historias y referencias 

del cineasta italiano Pier Paolo Passolini, 

y a media tarde, casi cuando anochecía , con sigilo, 

retomamos el tiempo muerto que habíamos dejado

reemplazado para tocarnos el alma con el corazón,

y casi despidiendo el año, cerramos las ventanas,

las estrellas se despidieron de diciembre en intimidad,

como los pétalos dicen adiós a las flores,

cuando el primer reto de encontrar una razón de ser

en nosotros mismos acababa de producirse,

un motivo para estar que ahora sí comprendía,

no volver a cruzar nuestros ojos en un llanto helado  

que ya nos había recorrido las mejillas,

para depositarlo bajo la sombra de la raíz del árbol.

 

Así que empezó una tormenta que agrietaba el cielo, 

y yo, el hombre que olvidó que era un poeta,

tuvo que conformarse con ser una persona más, 

dejé mensajes por enviar para que cesara el ruido,

y hoy, pasado el tiempo, en el mismo lugar,

lejos del mundo, habiéndote entendido, sin olvidarte,

comprendo porqué la ignorancia no socorre

la bondad de los seres realmente buenos,

y ambas cosas forman parte de nuestro recuerdo,

junto a la Vía della Liberazione,  

bajo un aguacero idéntico al de aquella vez,

inundados los canalones de las casas de agua, 

sin tu anochecer, sin tu viento, sin brújula, sin mirada,

solo en el desierto donde regresé en tu busca,

me dices, mirando un oasis sin más reflejo

que la luna añil de tus ojos llenos de olas del mar,

llámame amor, que para ti, este será mi único nombre.