Escucha al mar,
nos deja sus latidos
en las resacas.
No tiene sangre,
si acaso algo preciado
como el salitre.
En él se escuchan
leyendas y recuerdos
entre las algas.
Algunas veces
se ven, sobre las olas,
saltar los peces.
Es algo bello,
un guiño en el paisaje
del ancho mar.
Luego se ven
volar a las gaviotas
desde la playa.
Y allí te vi,
llevabas una rosa
que acariciabas.
Eran tus dedos,
en ellos me fijé,
con devoción.
Me enamoró
la magia de tus ojos
y su reflejo.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/08/20