MARDON

DE MIS DURAS PENAS

Hollaré el tiempo, reescribiré

desde el alba hasta el atardecer

lo que se encierra en el enigma

del acíbar de mis duras penas.

 

Cielo, sé mi nuncio, di a mi amado

que mi pecho sangra por su amor,

es el vacío acuoso de su ausencia

que me anega en la incertidumbre.

 

De talante parsimonioso es su andar,

dos luceros son sus ojos, adornados

por un racimo de perlas incrustadas

en lianas de un fascinante rojo granate.

 

Entre recuerdos y nostalgias se vacían

las horas, dejan aletargada la memoria

y persiste el extraño aroma de su piel,

sus labios han dejado pura miel de hiel.