Aunque haya sillas vacías esta noche, ausencias sentidas que martirizan el paso por la vida y distancias que no se pueden abrazar, refugiémonos en la buena voluntad de la humanidad sembrada en el alma de los hombres, en la ternura de las mujeres y la inocencia de los niños, reafirmándonos la necesidad de sentir esos destellos espirituales del amor al prójimo, el misterio de la creación y lo entrañable que resulta compartir cada instante de la existencia.
La Navidad más allá de su connotación cristiana - religiosa, es el tiempo renovado de la esperanza, expresada en cada rostro noble de nuestros ancianos y padres, en la sonrisa purificadora de las compañeras y madres, en cada estrella hecho niño adheridos a la puerta de nuestras moradas.
No dejemos de cultivar la paz del alma y agradecer todo lo vivido a pesar de las lágrimas intrusas, nuestra mesa debe estar siempre bendecida por la generosidad de nuestros corazones.
¡Feliz Navidad!