Ya quisiera el vicepresidente de Bolivia poder decir estas pala-bras de Lenin:
¡Compañeros! En nombre del sóviet de comisarios del pueblo de-seo informaros acerca de los dos meses y medio de actividad de ese organismo. […]
¡Compañeros! Siempre que hablo de este tema del gobierno proletario, alguien […] grita “¡dictador!”. Sin embargo, hubo una época […] en que todos estaban a favor de la dictadura del proletariado […].
No se puede esperar […] que el socialismo nos venga en bandeja de plata. […]
Ni una sola cuestión relativa a la lucha de clases ha sido solventada jamás salvo por la violencia. La violencia, cuando es cometida a favor de las masas trabajadoras y explotadas, es la clase de violencia que aprobamos.
[aplausos]
Yo creo que en Bolivia están entrando de forma no intencionada rasgos comparables a los de la utopía social española que se pretende ubicar en los años caóticos de una República a la que nadie amaba de verdad, y a la que todos sus defensores trataron de prostituir.
Y creo que el único criterio moral subyacente es el que con-solida el sistema político y social existente; se ha demostrado que es un sistema eficaz.
Lleva implícita una ética basada en una moderna mitología racial: el indio es bueno, todos los demás son malos.
En el Estado Plurinacional hay pecados, blasfemias y herejías ideológicas, como en los mejores tiempos de la Inquisición Española, y la moral social es azulada: hay cosas cargadas de razón que no se pueden decir, que no se pueden hacer, sin recibir el arbitrario castigo del poder y la sociedad.
Se quiere vender un heroísmo que no se ha vivido, y cuyos protagonistas no entienden; ni siquiera les interesa en el fondo, como el desfile folklórico de Urukupiña sólo interesa a muchos originarios como una ocasión más de ganar "unos pesitos".