Un día volveré.
Pero, mientras la ciudad
sea un antro de violencia y perdición,
con un halo de contaminación y egoísmo
que ensombrece sus calles;
mientras el aliento humano,
que antes avivaba la llama del amor,
sea la sombra invisible
de la maldición en el viento.
Yo me refugiaré en el campo
y me perderé
en el verde fulgor de la esperanza
de ese día que quiero creer que llegará.