Hay horas, como ésta,
que me oculto y me protejo
en mi soledad, en mi alma,
-me aparto totalmente del aire que otros vician-
y hasta lo más hondo me sumerjo
en mí, para verme enteramente
desnudo y sin complejos.
Mis aguas profundas, más límpidas abajo,
a ratos y por raptos, me ahogan y sacuden,
y luego recupero las branquias de mi ego.
Me salva este ejercicio de náufrago
y de asceta. Así me he conocido
los últimos hoyuelos del alma que me anima,
del alma en que me estrello.
Así nadie podría jamás perderme
en sus mentiras, falsear en mi autoestima.
Así soy sólo yo, enteramente yo,
mi ausencia y compañía,
mi esencia y mi alter ego,
mi ser y su reflejo.