Mi vida,
Así es como me decías tú,
cuando recién nos conocimos y parecía que yo era la indicada,
Me decías linda, princesa y otras cosas que antes nunca había escuchado.
Me llenaste de elogios que no conocía,
y me sentí admirada por un hombre, tal vez hubiera sido un poco más,
Pero eso no lo decidimos nosotros, a la postre.
Lo único que yo podía percibir de ti,
cuando me besabas,
era esa ternura que se despertaba en ti,
esa que temías,
porque ya era un síntoma del enamoramiento prematuro.
Sé que no debería recordar esto ahora,
cuatro años después,
pero tus palabras retumbaron esta madrugada,
como caídas del zarzo,
me dijiste: ¿A dónde vamos, mi vida?
Y yo no quería escucharte,
porque sabía que eso no podía ser cierto,
en el corto tiempo de conocernos.
Pero ya las habías dicho,
y no me imaginaba cómo yo podía ser la vida de otra persona,
lo que realmente me pregunto,
es que habré inspirado yo en ti,
para haberme dicho que yo era tu vida,
sonriéndome de oreja a oreja,
y abrazándome, como si me fuera a ir.
O como si te fueras a ir.
Mi vida,
es cómo si hubiéramos creado un vínculo muy fuerte,
uno que me hiciera sentir que ya era parte de tu vida,
que era lo que habías esperado pero no lo creías.
Y en una inconsciencia que difícilmente olvida,
hace unos años,
me atormentaban tus elogios,
porque en el fondo te quería demasiado,
y tus palabras cobraban sentido.
Nunca me lo dijiste,
pero sentías una ternura infinita,
una dulzura,
para muchos empalagosa,
para mi era exquisita e irreal,
sentías una admiración profunda
por lo que era, por la que conociste,
que coincidía contigo en todo
lo que hablábamos.
Nunca me lo dijiste,
pero sentías que yo era una candidata
a quedarme en tu vida,
para tener tantos hijos como mascotas,
juntos y perdidos
en una fantasía de amor.
Nunca me lo dijiste,
pero sentías que tomarías mi mano
por siempre, y me tendrías
para cada uno de tus momentos gloriosos.
Nunca me lo dijiste,
pero podía sentir que me amarías,
tanto como yo te hubiera amado a ti,
pero no podíamos,
nuestros intereses pesaron más que las ilusiones,
tu sed de conocer y salir fue mucho más,
de lo que en ese momento sentíamos.
Y entendí que no debía pararte,
tu te sentías egoísta por no poderme
dar de lo mismo que yo tenía para ti.
Y, me tuve que ir,
con todas mis ganas de quererte,
a un cuarto para llorar,
lo poco y mucho que sentí contigo.
Para dejarte ir,
a ti con todos tus demonios,
y tus elogios.
K.A.B.S