Sofanor Bonilla Fournier

Mi gato.

                   Tiene ojos grandes y bonitos,

     es silencioso, observativo, cauteloso,

               aunque maúlla de improviso

   y se lame de goloso,

              cuando huele algún bocado

  en la mesa o la cocina,

          y sé que le importa un nabo

     recibir una paliza.

             Fisgón de los entretechos

   azoteas y buhardillas, 

          la obscuridad lo protege

agazapado entre las sillas,

        aguardando alguna laucha,

  un insecto o una avecilla.

          Cuando está contento ronronea

  y se refriega en mis rodillas

        como buscando caricias

¡es un gato y quiere que lo vea!

         Tiene como rutina

trepar techos y cornisas

   y luchar contra otros gatos,

por el favor de una gatita.

        Llega siempre machacado

arañado, soñoliento,

       despeinado y embarrado,

pero digno como el viento,

         busca un buen acomodo

casi siempre en la ventana

       donde el sol le da de lleno

y se duerme en la mañana.

    Por naturaleza es infiel,

después de dormir un rato

       se estira como un lebrél,

y devora su alimento, felíz gato.

        Con el rabillo del ojo

lo veo como se peina,

        lentamente se acicala

presto a todo movimiento,

     después, con la solemnidad

de un rey, pero sin corona,

       observa a un kiltro en la calle

y se vuelve a dormitar.

         Quisiera ser un felino,

que no necesita bienes,

          levantarme a cualquier hora,

perseguir a las palomas,

          rodear las casas del barrio,

orinar en cualquier patio,

         venerar a las sardinas,

que el tiempo no me detenga,

      que no me rijan las leyes,

ni me atribuyan tendencias,

       y vivir tranquilamente

hasta que la flaca venga.

                (Chofa)