Tiene ojos grandes y bonitos,
es silencioso, observativo, cauteloso,
aunque maúlla de improviso
y se lame de goloso,
cuando huele algún bocado
en la mesa o la cocina,
y sé que le importa un nabo
recibir una paliza.
Fisgón de los entretechos
azoteas y buhardillas,
la obscuridad lo protege
agazapado entre las sillas,
aguardando alguna laucha,
un insecto o una avecilla.
Cuando está contento ronronea
y se refriega en mis rodillas
como buscando caricias
¡es un gato y quiere que lo vea!
Tiene como rutina
trepar techos y cornisas
y luchar contra otros gatos,
por el favor de una gatita.
Llega siempre machacado
arañado, soñoliento,
despeinado y embarrado,
pero digno como el viento,
busca un buen acomodo
casi siempre en la ventana
donde el sol le da de lleno
y se duerme en la mañana.
Por naturaleza es infiel,
después de dormir un rato
se estira como un lebrél,
y devora su alimento, felíz gato.
Con el rabillo del ojo
lo veo como se peina,
lentamente se acicala
presto a todo movimiento,
después, con la solemnidad
de un rey, pero sin corona,
observa a un kiltro en la calle
y se vuelve a dormitar.
Quisiera ser un felino,
que no necesita bienes,
levantarme a cualquier hora,
perseguir a las palomas,
rodear las casas del barrio,
orinar en cualquier patio,
venerar a las sardinas,
que el tiempo no me detenga,
que no me rijan las leyes,
ni me atribuyan tendencias,
y vivir tranquilamente
hasta que la flaca venga.
(Chofa)