Siento mía la la paz que a bien me llega
desde la inmensidad del infinito
horizonte; una fuerza que se aferra
me consigue atrapar, me precipito.
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En silencio me quedo, y en concreto,
con los ojos mirando a un desatado
instante que me invade por completo
y me inyecta su aroma más salado.
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Sentado en una roca frente al mar
me sumerjo en un plácido y tangible
reflejo, este me invita a descansar
en el verde esmeralda más visible.
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El frescor de las olas y la brisa
me dibujan tu cara y tu sonrisa.
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