De nada sirven los viernes, la extraña
presencia aquí,
camino de las calles,
del ruido de los pájaros.
Noviembre
detiene en la memoria las tormentas,
las huellas de mis ojos en el tiempo.
Tal vez la lluvia en la ciudad,
pobre
y triste,
nos da luz, nos sorprende.
Mira apoyada en el hombro, conoce
la puerta del frío otoño,
las últimas
ventanas
de la noche que no cesa.
Tiene la tarde labios y silencios,
detalles que ya no nos duelen,
cuerpos,
amor salvaje, últimos abrazos.
Hay un brillo neutro sobre el litoral,
las grietas del sol flotan, se corrompen.
Todo convoca el deseo recordado,
el embeleso, la savia y la dicha
donde cualquier lugar es una caricia.