Contrabando de caricias
estafándole al amor,
en las sábanas heladas
de una sórdida pensión.
Al señuelo del deseo
acude pronto el alcohol,
traficando con miradas
de ficticia seducción.
Y al chantaje de unos labios,
bañados en soda y ron,
se adivina el dulce alijo
de las noches de ilusión.
Son los besos de estraperlo
desprovistos de pasión,
embelecos del placer
que despistan al dolor.
Malversando los afectos
con mil versos sin color,
se simulan los suspiros
y se engaña al corazón.