Esta mañana, mismo esta mañana.
Sentado a los rayos de un sol espléndido
con el desayuno humeando sobre la mesa.
Una mota —sí, esta misma mañana—
se me deposita sin permiso previo
sobre la pernera izquierda,
vino volando desde los confines
de la habitación contigua.
Se me posó irredenta —como decía—
sobre el a cuadros pantalón del pijama.
Tras una mirada escrutadora —esta mañana—
soplé con saña como queriendo su exterminio.
¿De dónde y por qué coincidió justamente
en ese punto cardinal de mi existencia?
¿Por qué no se dignó a ser en la solapa
de la chaqueta —también de a cuadros,
esta misma mañana— del citado pijama?
¿Todo pasa por algo, o es que el mundo
—en su cartesiano sentido del ridículo—
es absurdo de pura absurdidad?
Esta mañana —sí, precisamente esta mañana—
leo en el periódico vespertino —no llegó
el de esta mañana ( nota: llamar a la oficina
del periódico y que me retiren la suscripción)—
el listado de números premiados de la Lotería
del Niño —me tocó el tercer premio, apenas
trescientos mil euros—:¿Fue por un azar
de los muchos azares del destino, o es que
las fuerzas siderales del universo se confabularon
en mi beneficio?
Definitivamente, el mundo es absurdo,
el mundo es un tablero de ajedrez
que no se atreve a mover la primera pieza.
Sí, pero es maravilloso... a pesar de los pesares
lo concedo, y lo vivo con toda la intensidad
que me permiten mis entrañas.
Sí, todo tiene un por qué, o no.