De azul estamos hechos, pero sólo un instante
y el relámpago anuncia la oscuridad del trueno,
y vagamos cautivos de cielos y nostalgias
en pos del paraíso al que nadie regresa.
Somos libres y tristes, plantamos hitos solos
y urdimos lentos nombres en tela memoriosa.
La vastedad no sabe de miedos ni de lágrimas,
tañe sonetos de tiempo, de días y de noches.
Como la tierra misma me siento transcurrir
del verano al invierno, sumisa al breve plazo que caducamos.
Jamás la primavera de este año volverá
ni seguirán mis ojos los ríos del verano.
Si florezco al respirar nuevamente, desnuda he de cantar
sabiamente a la luz, el sol y a sus quimeras.
Humedecer mis labios que revelan el estruendo
sugerido en noches de desvelo pasajero.
Sigue dando frutos el árbol que empeño entrever en sueños,
mis sílabas aprenden del marfil,
mi alegría se asimila en los huesos,
¡Soñar, callar, probar la brisa, pasar por esta vida!
Nombro las lejanías en sílabas de marfil
¡Amar, arder, huir, no probar otra vez,
porque nunca es igual! a como fue...