Cuando un alma que se quiso se ha perdido eternamente
se razona sobre ese amor de manera diferente,
y no pensamos ahora como lo hacíamos antes
por sospecha, celos, o sentirnos quizá algo distantes.
Pero al partir tan bella alma que fue enorme compañía
percibimos el inmenso y gran valor que ella tenía,
por ello no demos importancia a ingratitud vivida
pues por volver a poseerla… daríamos la vida.
Hay razones cotidianas que perturban la pareja
y en su momento por alguna cuestión uno se queja,
sin embargo muy bien podría ignorarse el tal disgusto
cuando el apego que se vive se lleva muy a gusto.
Me arrepiento ahora al haber procedido un tanto ingrato
y aunque es tarde ya... considero que es de lo más sensato
dejar de lado temas aciagos que causan dolor
cuando la unión se afirma en pasión, deseo y mucho amor.
Jorge Horacio Richino
Copyright