Ligeramente, las campanas se mueven
sobre la iglesia que el pueblo ha abandonado,
creando un sonido por demás macabro,
tensando en la comunidad, el ambiente.
La neblina nocturna viste de sombras
las esquinas, zaguanes y bocacalles,
como si éstas fueran fantasmas danzantes
moviéndose al ritmo de tétrica broma.
El viento ulula lamentos y sollozos
erizando la piel de los pecadores,
que entre rezos y devotas oraciones
piden perdón tras las puertas con cerrojo.
El campanario amenaza con caer
por la fuerza con que el aire lo golpea,
de los techos, los árboles se apoderan
tirando con fuerza la última pared.
Luego silencio, mucho más estruendoso,
penetrante lastimando los oídos
y llenando a la gente de espectral frío
mientras la paz los mantiene temerosos.
Esta noche nadie cerrará los ojos...
se mantendrán jurando a todos los santos
volver a su templo a dedicarles cantos
y decorar la santa casa con moños.
El nuevo día nos dirá la verdad;
quizá con el alba se olviden de todo,
haciendo a un lado las promesas y votos
hasta que otra lluvia los haga temblar.
Anna Gutiérrez.