Mi Dios me aceptó un pacto:
¡Moriré de un fulminante!
Y que ninguna otra enfermedad
que haga sufrir... me mate.
Él sabe que yo le adoro,
que amarle es mi mayor tesoro;
yo no le pido más,
ni muchos años, ni oro.
Tan solo que me conserve
siempre lúcida la mente,
y que pueda yo expresar
mis pensamientos libremente.
Que nunca me vea atado
a aparatos artificiales,
ni que para lo básico del vivir
requiera de otros mortales.
Jamás reclamaré a otro moribundo
sus órganos bien conservados,
me defenderé hasta morir
con los que mi Buen Dios me ha dado.
Y cuando mi Creador decida
que se ha cumplido mi plazo,
sin avisarme me propinará...
Su Divino Sablazo.
xE.C.