Amanecer cinco
Mi bella durmiente, que preciosa te ves,
tranquila, con tu respiración pausada,
tu corazoncito marchando a buen ritmo,
tu rostro sereno, hermosas tus pequitas...
te refrescó la piel, la crema hidratante,
que como tantas veces, cuando te mimaba,
para sentir la sensación física del amor,
juiciosamente coloqué en ella.
Tu cabello por el trajín de los esparadrapos,
las sondas, los sensores, los exámenes... se enredó
y como te hubiera dicho si me escucharas,
parecías la madrastra del cuento.
Te desenredé, te peine y apliqué aceite nutriente,
volviste a quedar como la más hermosa durmiente,
con tus hebras de plata y oro.
Arreglé tus manos, tus uñas, quedaste para fiesta.
Te contemplé largo rato y descubrí pequitas nuevas
y otras mas brillantes,
me imaginé el universo en tu rostro,
me sentí feliz de amarte,
olvidé la tristeza,
mis ojos pausaron su llanto,
mi corazón se sincronizó al tuyo,
me invadió tu paz.
Descansa mi bella durmiente,
yo cabalgaré raudo los espesos bosques,
buscando la flor mágica que te traiga nuevamente a mi,
para cada mañana, cuando me recibas tu café,
escuchar tu ronroneo de gatico perezoso
y ese: Buenos dias, Cascas... que alegra mi vida
y programa mi existir a treinta siglos más.
Volveré a ti, te mimaré de nuevo,
te veré bella como nunca,
te amaré como siempre,
mi Monita dormilona, que bonita se te vé.
Ron Alphonso
30 de diciembre 2020