Le escribo a mi naturaleza vacía, desde esta comisura del mundo, melancólicas y llorosas poesías, luz que se apagó por segundos. Le escribo al sueño que perseguí, él me ofreció gratos momentos, pero hizo que se soltaran de mí, los futuros de amores inciertos. Le escribo a tan apuesta mujer, porque ella alumbraba mis días, aunque dejara lastimado mi ser, le aseguré, que nada cambiaría. Le escribo a la gran inmensidad, lamentando todo lo que perdí, a aquella que no supe cultivar, y que su despedida nunca intuí. Le escribo a mi espejo del alma, y a mil millones de emociones, que lograron concebir la llama, y que rogara cien mil perdones. Le escribo a la dulce esperanza, a la necesidad de los recuerdos, se que en algún lugar, me ama, abrigando el frío de mi cuerpo. Le escribo al “en dónde estará”, al más índigo de los inciensos, al breve centelleo en el cristal, y a las dudas de mis miedos.