Soy el abuelo del niño del niño que fui
y con mis hombros desnudos
lo ayudo a subir
a la cabaña del árbol caduco
que jamás construí.
Desde allí arriba me cuenta
como entre las despejadas ramas
el cielo parece más cerca
y las estrellas siguen girando
en torno a las noches perdidas
en el mismo sentido
que las manecillas del reloj
pero más rápido.
Soy el abuelo del niño que fui
y lo llevo de paseo
por los campos brumosos
donde tantas veces caí
para volver a verlo caer.
Con ternura lo levanto,
lo pongo en mi regazo,
le enjugo las lágrimas
y le curo unas heridas
que no habrán de cicatrizar.
Soy el abuelo del niño que fui
y lo animo a soñar
con ilusiones remotas
sabiendo de sobra
que nunca las podré alcanzar.