En las tardes persiste tu presencia, lluviosa y triste. Una pausa lenta y breve que me roza de temor.
Ya es tarde para amarte. Aunque aún me cueste una vida entenderlo.
Declina suave una lágrima por mi mentón.
Me deja.
Me abandona.
Se lanza por el gris de mi balcón.
Ya no es mía.
Tiene nombre.
Hay algo de mí que de verdad ahora sí te pertenece. Como cuando las hojas se marchitan y se desprenden, se vuelven del suelo.
Eso somos: un rastro del viento.
Árboles desnudos.
Tallos sin flor.