Éter que enhebra
el ébano noctívago
de cabellos acelerados
y perlas fulminadas
sigilo en la piedra esculpida
calaveras perfumadas que alumbran
la distancia inconcebible
del océano en los huesos
nuestro tiempo derramado
sobre la hierba oculta
de amantes escarlatas
herejes despiadados
Incendiando la cuna de los rostros
caídos en el desorden
de esta fe errante
que es tu mano sobre la mía
el equinoccio de una estrella de mar
rompiendo las orillas
del uno contra el otro