Feneció de vejez y lentamente
el verdugo que penas nos trajera;
que alegrías en llantos convirtiera
ya que fue de dolor terrible fuente.
Pero queda un ejemplo muy latente
con su ingrata pandemia tan rastrera:
¡Que jamás hubo nada que venciera
de los hombres su fe, si es vehemente.
Es coraza la fe, si es en si mismo,
esgrimiendo el coraje y la esperanza;
siendo puentes que salven el abismo
empapados de amor y de templanza;
pues logramos vencer el egoísmo
alumbrando con luces de bonanza.
Autor: Aníbal Rodríguez.