Entre pelos, mugre y cenizas
hoy tuve que limpiar la mancha de cerveza,
aquella huella que cicatrizaba el piso
un accidente de tanta historia,
esa mancha que dejé como pretexto,
un recordatorio decorativo,
el placer mugroso de poder imaginarme
sumergido en ese charco seco.
¿Qué es una medalla?, ¿Cómo la significamos?
Porqué conmemora?, porqué premia?;
a mí me satisface imaginar el deber cumplido
de una noche de bohemia, de un cagaso
o un sutil descuido que hizo pintar la estática.
Alegría! Alegría! que justifica la loza rota,
ahorrarse el trapero para aprovechar el tiempo
sacrificar unos sorbos para devolverte al mundo…
Escurrida, despistada ahí queda marcada…
manchada, sin forma, perfumando a cantina.
Limpié la mancha y aún olía a cerveza
se levantó el recuerdo y me abofeteo,
vino una risa, una redención;
fibras negras humedeciendo la escena
hasta rayar el suelo… como si se hiciera
parte de la pieza.
Así hay cuadros colgados,
estatuas de centro o lámparas inútiles
existió ahí por tantos soles,
se le impregnaron tantas suelas,
acumuló los meses
hasta vio pasar el infierno
y como éste se inundó.
Duró… a duras penas, sumó capas,
cumplió su estética y carcomió el estatus,
existió por error hasta valorarse,
se quedó para diluirse…
La pensé para que siempre hubiera cerveza
pero fue para todo lo que ella pueda contar,
la limpié para terminar pensando
que la vida necesita manchar…
A veces ser sucia, dejarla descomponerse
sentirle olor a las historias, a los nombres
y cada cierto tiempo… limpiar y extrañarse.