Despierta la verga enhiesta
deseosa de follar,
y le viene a suplicar
en las horas de la siesta:
-¡Vamos a hacer otra fiesta!
a su pudorosa amante.
Bajo la braga elegante
ese sexo bien hermoso,
deseado y sinüoso
inmoral y algo pedante.
Afilado el sable asesta
insaciable por gozar,
ávido que es por amar
como le pide la testa
por conquistar otra gesta.
Es la hazaña de un tunante
que dejó de ser infante
frente al pecho generoso
y los muslos sudorosos
de una mujer delirante.
Monte de Venus, la cresta
que acaba de penetrar.
Solo se oye suspirar
en lo que del día resta
por el gozo de la ingesta
del elixir refrescante
que expulsa el miembro picante,
ese mástil voluptuoso,
ardoroso y amoroso,
pasional y muy galante.