Esteban Mario Couceyro

Hoy primero de enero del 2023...

No he podido dormir, tras el festejo…, sí ya sé que no se puede festejar dejando un año tan malo como el 2020, pero con la amargura asimilada, alzamos las copas, en la esperanza de un mejor año, el 2021.

A las dos de la mañana, nos acostamos con la inútil esperanza del descanso, en medio de ruidosas reuniones de vecinos y me desperté de malos sueños, a las seis de la mañana, con las primeras luces del verano.

Tratando de no molestar, en un silencio absoluto, ya los ruidos del vecindario habían cesado, desayuné un café y sentándome frente a la computadora, pensando en escribir, escuchando en los auriculares, alguna música que redimiese los ruidos que los vecinos escuchaban seguramente alcoholizados.



Mirando la persistente página en blanco, como un desierto, tan uniformemente blanco, invitando a mi consciencia y recuerdos, para comenzar algunos versos, que se presentaron en la mente, mientras dormitaba.



En ese acto de concentración, de aparente frustración, miro al pié de la pantalla la fecha y hora, como si quisiera confirmar que transitaba ese inicio simbólico de una nueva etapa.

Quería escribir, sobre la concepción del tiempo y los porqué de esa línea intangible que se transita al vivir.

Esto pensaba, sin poder apartar la vista del pié de pantalla…., 06:45 1/1/21.

Si modificara la fecha, qué pasaría, podría situarme en otro tiempo, saber si yo o los demás estarían, cómo sería todo en ese tiempo diferente.

Desplegué el almanaque y al pié del mismo, decía “ Configuración de fecha y hora “.



Debo confesar, que pasé un rato detenido sin saber si estaba soñando o la última copa del 2020, había hecho estragos en mi.



Cambié la fecha, puse 1/1/23 día lunes, en vez de un viernes, como debería ser en el 2021.

En realidad, nada se modificó, vi pasar una pequeña sombra, la perrita de mi esposa, que salía al patio, aún poco iluminado, pensé que por las nubes de una tormenta inminente.



Intenté algunas palabras, para despuntar ese poema que debía escribir.







El tiempo, es una nave que lleva

cuerpos y cosas

que valen de marinos

moviendo las velas, buscando brisas

en un mar quieto

dónde no se reflejan sombras.



Releo esos renglones, buscando un sentido a la escena, notando que la oscuridad gana la ventana, en un silencio total y espeso.



Intrigado, me levanto a mirar por la celosía entreabierta, la calle solitaria lucía abandonada, los pastos de la veredas, tupidos y descuidados…, nada se movía , ni las brisas de la primera hora, nada.



Giro de inmediato la cabeza, buscando la realidad, solo veo la pantalla, con la fecha 1/1/23. Busco más allá, la puerta del dormitorio, entre las penumbras y voy hacia allí, sin saber por qué, quizá buscando a mi esposa.



En la cama, solo atiné a ver una sombra difusa y oscura, como un rastro. Alterado, salí al patio, buscando a los perros…, grité sus nombres y no los pude hallar en medio de las plantas , crecidas en medio de una desmesura.



Miré el cielo, túrbido de nubes…, oscuras, en un silencio absoluto.



Regresé a la computadora y con ansiedad, intenté buscar algo que me explique la situación.

Nada pude encontrar, sin internet ni luz, fue imposible conectarse, me fijo en la carga y quedaba un cuarto.



Rápidamente, despliego el calendario y restablezco la fecha 1/1/21…, cerrando los ojos, aterrado.



Pasaron unos minutos, cuando siento la mano de ella, preguntándome qué hacía levantado.



Regresamos a la cama, mientras en la mente, completaba el poema.







El tiempo, es una nave que lleva

cuerpos y cosas

que valen de marinos

moviendo las velas, buscando brisas

en un mar quieto

dónde no se reflejan sombras.



Lágrimas, como hojas de un calendario

caídas inútiles

de razón inexplicable

en un tiempo vano

en ese mar de cristal espejado

dónde yo me observo

cambiante

dejando de ser

lo que una vez fui

en el mismo instante inmutable

que me deja cambiar

en ese mar quieto

esperando la brisa

que definitivamente

me lleve.