Alguna vez alguien me dijo,
enséñales a vivir pensando
que mañana partirás.
El tiempo pasa y ellos tan prestos;
el mayor tan independiente,
he pensado que es alma libre,
con capacidad de discernir
porqué luchar y porqué no;
firme y perseverante,
líder en el silencio;
aguarda el momento, observa.
Jamás cautivo,
va por su camino.
El pequeño, la tranquilidad,
la calma y la contemplación
de las almas viejas, resiliente
sabio al desamparo de ser el segundo.
Afortunado de no cargar con la atención
puesta en él. Diferente,
maduro hasta en el andar,
intuitivo, sensitivo.
Hoy aprendo a vivir, preparo mis alas
rotas de dolor; mas renovadas,
recuperadas, fortalecidas por la experiencia.
Listas porque sé que ellos partirán
y el tiempo... el tiempo que se va.
Me reconforta el amor,
ese que nace de no esperar nada;
la tranquilidad de no ser indispensable.
De saber que solo les falta edad,
para otros universos atravesar.
¿Y qué queda?
La satisfacción de haberlo dado todo,
de ponerlos en libertad de elegir.
de proveerlos de valores y raíces.
De no detener el tiempo,
de no detener la vida.
Porque la vida es la que se va,
sigue su cauce; pero también,
la que queda en mí.