No he tenido más remedio
que no tener vida, la existencia
programada por inútil, resiste
pese a la vigilia anulada.
Como un gato enredándose
al cuello vigilante y torpe,
descubro la voz magnética
de tu cuerpo iracundo en posesión
flemática, y asisto impertérrito
a la linda transformación
de mi cántico en losa y dominio.
Intersticios por los que la olla
dispara sus efluvios lechosos,
como absorbentes helechos indignos.
Sí, no precisé que la vocación,
disparatada herramienta, instrumento
con fórceps que estira mi marmita,
oculta un columpio desvencijado
y extemporáneo.
No tuve otro remedio que sacrificar
mi vida, pasable por instantes, en ese
fuego inundador de cautelas y crímenes
contra la voz-.
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