Amanecer doce
Mi bella durmiente, que dualidad la de ayer,
estabas hermosa...
pero contrastaba la serenidad de tu rostro,
esa respiración tan agitada,
me angustió ver, como luchas por vivir.
Te he sentido en mi entorno,
cuando trato de dormir...
tu aroma me despierta
y no te veo
y sangro mis lágrimas de dolor
y me duermo en llanto
y como una película,
pasan en mi memoria onírica...
episodios de nuestro idilio,
lo revivo mientras despierto y no te encuentro,
recuesto mi cara en la almohada...
impregnada de tu perfume,
mi alma se compunge entonces
y pierdo la calma, me desespero...
no se que hacer...
Siempre te decia sobre el orden, recuerdas ?
Debemos ser cuadriculados, todo en su lugar,
un sitio para cada cosa y cada cosa en su lugar,
por si algún dia quedamos ciegos...
y te reías de mi obsesión,
nunca hiciste caso.
Hoy que necesito abrazarte,
decirte mi ñeñeñé
y besar tu frente, no te encuentro,
voy a tu taller de costura y no estás,
en tu taller de bisutería, no estás,
tu aroma llega en oleadas... pero no te veo.
Porque no hiciste caso,
tu lugar era a mi lado,
enredada entre mis brazos,
donde fuiste feliz, donde te amé,
donde entendimos el amor del alma,
donde un café compartido era una fiesta,
un abrazo, el inicio de un carnaval de mimos;
Nunca mi abrazo fue despedida,
sino una invitación a los apapachos,
a dormitar en el sillón...
la música, la banda sonora del amor.
Ahora que estoy ciego de ti,
que no te veo en nuestros espacios,
seguiré la senda de tu aroma,
la huella de tus besos...
te juro que te encontraré
y te haré pagar a cosquillas
hasta que entre risas, me jures,
no volver a guardar el café,
en la cajón de herramientas,
en el tarro que dice té...
y tu amor,
en otro sitio que no sea mi alma,
a sabiendas que como el café,
siempre lo necesito, dulce y calentito.
Ron Alphonso
6 de enero 2021