RUINA salvaje: asilvestrado está mi corazón
por razones que no puede explicar el abismo.
Sólo en diciembre pude ser yo; enseguida
llegaron los tormentos y el ávido deseo de ser
uno mismo.
Algunos pensaron “miedo” y el pavor
habitó entre las gentes simples y los niños
perfectamente educados y menospreciados.
RUINA de vida: los dados marcaron el “siete”
y al día siguiente, “setenta veces siete”.
Un escudo de enredaderas se tornó eclipse…
Bendito el hombre que muestra su mano derecha
al sol y no es carcomido por sus rayos.
RUINA de sociedad: asilvestrado el corazón,
trastornadas mis manos y helados los esbozos
de grandes poemas que no podré escribir
a causa de la apocalíptica torpeza.