Deslizo mi boca a su pozo bramante.
Beso sus montañas.
Me aprovecho de sus girasoles.
Hay una hecatombe en su mundo
cuando apuntalo con mi paladar
la campana de su templo.
Señora mía, todo su manantial es mío.
Su agua destilada la ultrajo con mi voz.
Su agilidad osada toma por sorpresa mi erupción
y la mella con magnífico desprendimiento.
Recital exorbitante de metáforas;
tan delirantes, que llueve de su abanico irreverente,
oráculos líquidos que bebo adiptivo.
Llueve tanto que se riegan
y florecen hierbas carnívoras.
Tus cuatro cardinales me dan la espalda
y saboreo lo apetecible de su lado prohibido;
lo jadeo, lo adicciono, lo acumulo.
Proyecto mi energía carnívora
en su oscuridad prolongada.
Intensidad gozosa, delirante,
embustera de ambos mundos.
Tan asiduas son mis embestidas
que tu súplica se vuelve erótica.
Casi a punto de llover intensamente,
salgo de tu huerto y esparzo mis semillas
en la puerta de tu aliento.
Tus entrañas se sacian con mi láctica solución...
Endulza mi chocolate con tu ritmo
y bebe mi café de rima, mientras
terminanos una métrica desnuda
y continuamos una nueva estrofa de jadeo intenso.
© El Yarawix