Pregúntame el porqué de aquel acuerdo
que nos encerró, a ti tan dentro de mi
y a mi tan dentro de otros.
Pregúntamelo, ahora que nos reencontramos,
ahora que tocan a la puerta
otra vez, las inquietudes de esos días.
Nada se ha resuelto después de tantos años.
Y vienes, ahora que ya había aprendido
a cohabitar con la soledad de otras compañías,
vienes a encenderme el alma.
Encuentras, siempre, la manera
de persistir en las cosas,
en el color del cielo más íntimo.
Y vienes, ahora que había logrado callar
la parte tuya de mí misma,
había logrado ignorar ese trozo
de mi corazón que aún te ama.
Ese trozo, miedoso, que guarda, escondido,
las pasiones y los recuerdos.
Esa mitad en sombra de mi vida
que contra toda voluntad
sabe abrir el pomo de la inconsciencia
y ocupar, aún,
todos los lugares de mi memoria.
Aquel silencio vuelve ahora
a remover la calma en la que me había instalado.
La vida se agita, inquieta, ante tu presencia,
un recuerdo tuyo, aviva las cenizas de la hoguera.
Aquella hambre retenida,
aquellas ganas que marcamos como imposibles
para no hacernos daño el uno al otro.
Aquel amor que sigue viviendo en mis ojos,
aquel amor que ya no es amor,
que no sé lo que es, pero que duele.