Sorprendido detengo mi vista
cada mañana en tu presencia
que viste de anhelo y fuego.
Reviso detalles en tus curvas
para precisar que aún bailan
al compás de mis expectativas.
Adoraría llevarte conmigo
una tarde sin planes trazados
y aventurarnos a tocar el cielo.
Sería perfecto ser imprudentes,
compartir miradas, sonrisas
y la casualidad de un encuentro.
Sería sublime que mis manos
se relacionaran con las tuyas
y compartieran ideas futuras.
Sería hermoso que ambas
dibujaran sobre la insensatez
el capricho de un deseo a solas,
allí, donde nadie pueda verles
partir en recorridos diferentes,
dejando huellas de caricias
hasta llegar e izar banderas
en una satisfacción solo de dos.
Eric Rancol González